miércoles, 30 de marzo de 2011

La vaca que nunca ríe

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David Fernández, coreógrafo, y Javier Álvarez, cantante

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DANZA

La vaca que nunca ríe

No se calle el silencio

Dirección, dramaturgia, espacio escénico, luces y textos: David Fernández.

Con Javier Álvarez, Toni Millán (clave) y Bárbara Lorenzana; vestuario: Rosa Álvarez.

La Casa Encendida. 25 de marzo.

ROGER SALAS

 

Concebido como una instalación “performativa” donde se toma como motivo el verbo “comer” y sus conjugaciones, el artista David Fernández (Madrid, 1976) se embarca en un discurso reivindicativo del rechazo al consumo de productos animales. Pero la obra no va hacia una exposición didáctica de la dieta pitagórica o el fervor del veganismo en el sentido en que lo abanderaba Donald Watson, para muchos un fanático, para otros un profeta, asunto hoy día muy caldeado en Francia, donde se juzga a un matrimonio del norte del país por dejar morir a su hija de 11 meses al seguir una estricta dieta de veganos; los propios encausados han reconocido su error al desoír a los médicos que aconsejaron un ingreso hospitalario cuando la niña tenía 9 meses de vida. Todo exceso corre riesgo de fracaso, decía Pascal.

El estilo de David Fernández trufa todo lo que hace de una lacerante ironía que poco a poco entra en el espectador casi sin que se entere, pero dejándolo pegado a la silla. Una amenazadora legión de tenedores y cuchillos colocados en el suelo como centurias romanas, avisa de “La Pasión según San Vaca”, un Gólgota sacrificial donde el animal llega a decir: “Dios mío, por qué me has abandonado”, pues ya se ve a sí misma en forma de rojos filetes sanguinolentos.

Para No se calle el silencio Fernández convocó al cantante y compositor Javier Álvarez, que a su manera muy particular y nada convencional, hace seis temas de Henry Purcell con un resultado irregular tanto en lo estrictamente musical como en su empaste teatral, aunque siempre tensando ese hilo conmovedor con algo de orfandad que su voz particular deja en el aire. Esta es una recensión sobre una obra de danza, y la música en directo es un elemento básico a la función pero a la vez entendible como colateral, de modo que no entraré en el tono, la estilística isabelina y la afinación sobre la que Álvarez se acerca ese repertorio del siglo XVII donde las referencias están en contratenores clásicos partiendo de Alfred Deller a hoy, sino de cómo sirve de catalizador exponencial al drama de la vaca que ni ríe ni quiere que la lleven al santoral (una manera irónica de canonización sobre las brasas); más bien quiere huir y no puede, clama por el silencio y un quimérico mundo sin hombres sedientos de carne. La expeditiva metáfora es uno de los logros de este espectáculo singular y ciertamente rozando lo inclasificable.

Sobre un sistema propio de libres asociaciones y de cierto absurdo posdadaísta, Fernández desarma su violonchelo al principio, le arranca las cuerdas y el puente, maltrata el cordal: es un aviso, pues él se reconoce autodidacta de ese instrumento y esta vez no tendrá nada que hacer en el sector sonoro. Probablemente esa escena intimista y autobiográfica no ayuda demasiado al todo y su justificación hay que buscarla en el retrato del personaje de la performance: un individuo que no sabe que hacer.

Entran en tropel en escena 11 niños acompañados de una vaca adulta. Son 11 pequeños monstruos deliciosamente disfrazados de lo que comemos: el bogavante o carabinero, el huevo frito, el pollo, el pato, el cerdo, el atún, el conejo… Los pequeños diablillos se hacen con la escena, es decir, con el poder, y doblegan a los adultos que representan a los torturadores que comen insaciable y literalmente seres vivos. Los niños “comestibles” leen lo que David llama “El Apocalipsis de los Animales”: recetas del libro de las 1080 fórmulas culinarias de Simone Ortega. No da risa, da que pensar.

Radical en su idea, saturado de su típico humor contestatario, ausente de toda complacencia hacia el público (y la crítica, a la que normalmente vapulea) Fernández ha hecho una obra difícil pero rebosante de la honestidad habitual en él, y de una idea: el teatro de las imágenes y el gesto es un universo abierto al trufado de géneros y de acciones de representación.

La renqueante grada del patio de La Casa Encendida se llenó y aplaudió poco; hubo discretas deserciones a mitad de la pieza y una molesta marea de artilugios electrónicos en manos del público molestó lo suyo. Nadie avisó que no se debía grabar o filmar, y abundaban los ipod y los ifon y otros chismes iluminando y sonando por doquier, registrando sonido e imágenes a mansalva. Tan indeseado como irresponsable práctica tolerada con indiferencia por parte de la organización.

© Roger Salas / © EL PAIS

Colores y mujeres en torno a Picasso

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Colores y mujeres en torno a Picasso

El octogenario actor Giorgio Albertazzi encarna a Pablo Picasso junto a las bailarinas de la Martha Graham Dance Company en un espectáculo coral

ROGER SALAS - Roma - 29/03/2011

¿Cómo nadie había hecho esta obra antes? ¿Cómo ningún director había cruzado estos elementos sobre una escena teatral moderna? Y es que todos los componentes de Cercando Picasso [Buscando a Picasso] casan con una naturalidad maravillosa, como si hubieran sido concebidos para esta mixtura estética y virtual. Desde los textos del propio Pablo Picasso y de Federico García Lorca hasta las coreografías de Martha Graham sobre la Guerra Civil Española o las pinturas de la tauromaquia del genio malagueño respaldados por la música de Manuel de Falla o de Igor Stravinski.

El ensamblaje ha partido del más grande y longevo actor italiano: Giorgio Albertazzi y su amor por García Lorca; él mismo reconoce que quería volver a recitar sus versos y esta vez ha ido más lejos hasta el famoso texto de la conferencia lorquiana sobre el flamenco y su imprescindible definición del duende, que dicha con intensidad en la voz de Albertazzi toma nuevos matices, se abre a nuevas interpretaciones. De fondo, suena la música de El sombrero de tres picos de Falla y las bailarinas en destellos geométricos, evocan el siluetado de los quiebros y los brazos andaluces; mientras, el discurso va de La Niña de los Peines a las Bailarinas de Cádiz de la Antigüedad; Picasso pinta con un dedo de luz sobre la gasa oscura.

Por otro lado, un director escénico, Antonio Calenda, que quería volver a trabajar con Albertazzi (ya habían hecho juntos entre otras cosas un surrealizante trabajo sobre Apollinaire) y que entrevió estas conexiones plásticas y vitales además de prever como catalizador ideal sobre las tablas a Albertazzi, un hombre puro de teatro de 86 años que no tiene que hacer casi nada para aparecer sobre la escena como el Picasso anciano que revisa mentalmente su vida y sus amantes, sus pasiones. El parecido es extraordinario, pero va mucho más allá del físico y la indumentaria, se trata del ánimo, el instinto, una suerte de fuerza interior que se hace magnetismo cuando dice casi en un dramático susurro: "Un cuadro terminado es un cuadro muerto".

Si el guión columna estaba claro, el arropamiento también: las nueve bailarinas de la compañía neoyorkina de Martha Graham encarnando esas mujeres que rondaron la obra, la sensibilidad y las obsesiones del pintor toda su vida, como las ensoñaciones de un anciano que no esconde su lascivia y donde el pasado será futuro si sabemos exprimirlo.

La escenografía y el vestuario de Pier Paolo Busceri es todo un acierto: la escena es un gran lienzo móvil y blanco, como la tela por manchar a base de plataformas y luces. En el centro un gran lecho donde el pintor puede ser que agoniza o se despierta de un largo sueño; de entre las sábanas surgen las mujeres, esos desnudos sensuales y móviles que van adquiriendo figuras propias reconocibles, símbolos y significados textuales mientras la voz del actor va y viene de los pensamientos más íntimos al desgarro de la guerra, de las emociones del trabajo en los tiempos de Diaghilev y los Ballets Russes a la nostalgia solar de una España presente y herida. Son las nueve musas girando el torno al genio, desbocando una inspiración enérgica que parecía no tener fin.

Los cuadros se suceden con una dinámica coreográfica muy efectiva; aparecen los telones de Parade y de Pulcinella y entonces, la gran ironía: las bailarinas de Martha Graham con unos tutús blancos (¡quién lo iba a decir: las artistas herederas de la gran coreógrafa rupturista con el traje símbolo del ballet clásico!) y con corpiños cubistas en colores vivos que representan la paleta del artista y así se mezclan frenéticamente. El Picasso hombre, que sí dibujó tutús para Pulcinella, aparece transmutado en Pierrot con su gorguera caída y su traje ajedrezado en azules. Después la conmovedora escena del Guernika y del París de la época es sintetizada en figuras aisladas y potentes, siempre con una sensualidad explosiva y liberatoria. Picasso incorpora al toro, lo asume y lo sitúa en un coreodrama circular de gran belleza. La coreógrafa Janet Eiber ha hilado un encaje finísimo y sofisticado enlazando el discurso picasiano a solos icónicos de Martha Graham como Lamentation o fragmentos corales como Steps in the street, ese visionario movimiento coral de 1936 insertado en el ballet Chronicle y que ha llegado a hoy en la reconstrucción que hizo la propia Graham en 1989 con Yuriko a partir de una filmación antigua de Julián Bryan. El resultado, ligado a las coreografías nuevas de la propia Eiber es una especie de testamento estético, de resumen vital donde "la juventud no tiene edad", y eso es lo que dice el Picasso-Albertazzi para reconfortar el nudo en la garganta que ha dejado en el público.

Cercando Picasso es una compleja y ambiciosa producción conjunta del Teatro Estable del Friuli Venecia Giulia (que dirige el propio Calenda) con la participación de la Martha Graham Dance Company de New York. Las actuaciones romanas de estos días en el muy tradicional Teatro Quirino a platea llena dan paso a partir de hoy martes 29 a las representaciones en el Teatro La Pérgola de Florencia hasta el próximo 3 de abril. La crítica local no ha escatimado elogios tanto a Albertazzi como al potente y singular elenco de danza, y se le augura un puesto entre los mejores espectáculos de esta temporada europea. No en vano ya se le han abierto las difíciles y casi inaccesibles puertas del Piccolo Teatro de Milán para enero de 2012.

© Roger Salas / El País

martes, 8 de marzo de 2011

‘Alicia en el país de las maravillas’ corona a Wheeldon como el gran coreógrafo inglés

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© ROH (ALICE IN WONDERLAND_Zenaida_Yanowsky_papel_Reina_Corazones)

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DANZA

‘Alicia en el país de las maravillas’

corona a Wheeldon como el gran coreógrafo inglés

El estreno en Covent Garden lo co-protagoniza con gran éxito la bailarina canaria Zenaida Yanowsky en el papel de La Reina de Corazones

ROGER SALAS

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La Alicia de Lewis Carroll está de moda en el ballet anglosajón. Dos compañías americanas y tres inglesas en los últimos años se han embarcado en versiones de este clásico con pequeñas variaciones en el título, desde un escueto Alice a secas o Alice’s in wonderland. El primero fue Derek Deane en el English National Ballet en 2000, obra repuesta en 2006 y 2008. En 2002 Serguei Kozadeyev hacía su versión en el Salt Creek Ballet (Illinois). En 2010 Lisa Sheppard Robson se embarcaba en la que ha sido la mayor producción del Gwinnett Ballet Theatre (Atlanta). Otra vez en el Reino Unido, el Royal Ballet de Londres en Covent Garden estrenó el pasado día 2 de este mes Alices’s adventures in wonderland, versión de Christopher Wheeldon protagonizado por Lauren Cuthbertson como Alicia, Serguei Polunin como el Jardinero/Sota de Corazones, Zenaida Yanowky como La Reina de Corazones y el reputado actor Simon Russell Beale como La Duquesa, que ya había participado en 1999 en una adaptación para la televisión de la obra de Lewis Carroll. Se espera también con gran expectación el estreno de la coreografía de Ashley Page el próximo 12 de abril en el Teatro Real de Glasgow con el Scottish Ballet y una música de encargo a Robert Moran.

A pesar de lo exótico de su apellido, Zenaida Yanowski es una canaria nacida en Lyón coyunturalmente, pues sus padres eran bailarines y trabajaban en la compañía de la Ópera de esa ciudad francesa (tal como Tamara Rojo nació en Canadá por las mismas razones: sus padres trabajaban en ese país de Norteamérica). El hermano de Zenaida, Yuri Yanowsky, es primer bailarín del Ballet de Boston. Zenaida es en cierto sentido una olvidada para los españoles, ha bailado poquísimo en nuestro país y tiene una sólida carrera mundial. En 1993, después de ganar medallas y asistir a concursos como una revelación, estuvo un año en la Ópera de París pero enseguida, en 1994 encontró su sitio en el Royal Ballet de Londres, donde pasó por todos los escalafones hasta llegar al de primera bailarina que ostenta hoy. Su esbelta figura, la fuerza de sus puntas, la determinación y limpieza de su baile le han merecido elogios de la crítica en roles particulares y complejos, como Myrtha Reina de las Willis de Giselle o El Hada de las Lilas de La Bella Durmiente, tanto como La Reina de las Dríadas de Don Quijote. Podríamos hablar de una bailarina con majestad, un adjetivo vernáculo que se usaba para designar a esas artistas capaces de dominar la escena (también su Odette-Odille de El lago de los cisnes es impactante), como lo hace en Alicia… de Wheeldon, ya que este coreógrafo la tenía como su as secreto en la manga y por eso la escogió para debutar en el primer cast del prismático papel de La Reina de Corazones, diseñada toda en riguroso rojo, de la peluca a las puntas pasando por el tutú y las mallas. Otra vez la crítica no ha escatimado elogios a Zenaida, que soporta gran parte de la obra en la dinámica y la aceleración de su baile, donde Wheeldon, cediendo a las exigencias de un público balletómano que conoce a fondo, ha creado para el personaje de La Reina de Corazones una danza donde se acompaña de cuatro hombres, a la manera del Adagio de la Rosa del primer acto de La Bella Durmiente de Petipa, no exento de cierta sarcástica ironía, y esto es lo que ha encandilado mayoritariamente a los cronistas y al venerable de Covent Garden. El papel de La Reina de Corazones es compartido en segundo cast con la otra estrella española del conjunto londinense: Tamara Rojo.

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© ROH

El coreógrafo Christopher Wheeldon (Yeovil Somerset, 1973) es la gran esperanza creativa del ballet clásico moderno a nivel mundial. Esto es un hecho, buena muestra de sus ballets están en el repertorio de todas las compañías importantes del mundo, y en España las podemos disfrutar en el repertorio del Corella Ballet Castilla-León. Siempre muy inglés a pesar de sus años en Norteamérica, su compositor preferido es Britten y ha tocado con éxito y elegancia temas históricos como Enrique VIII y la cabeza rodante de Ana Bolena. Alicia en el país de las maravillas está en su código genético y en su sensibilidad natural (entró con 11 años a la escuela del Royal Ballet), eso también es evidente, como es un hecho el paralelo con El Cascanueces de Hoffmann que dio lugar al ballet de Chaicovski sobre el guión de Marius Petipa y con la coreografía de Lev Ivanov): una joven en el mundo de los sueños, las escenas de miedo, el ideal principesco, el regreso final a la vida real…

¿Pero cómo acercarse al clásico de la literatura infantil que escribió Carroll? Pues a través de su experiencia balletística, y así lo ha hecho Wheeldon. Pero también hay que preguntarse: ¿ha desaparecido del todo la hipócrita moral victoriana a la hora de biografiar a Lewis Caroll? Evidente que no. Se pasa de puntillas sobre el hecho de que era un cura que retrataba niñas preadolescentes con poca ropa, semidesnudas o disfrazadas según sus fantasías claramente de fondo erótico, y que de paso, la inspiración le dejaba en su tiempo libre escribir una obra maestra entre paseos en barca y excursiones al campo. Las fotografías más comprometedoras de Carroll tardaron décadas en ver la luz y han recibido argumentos justificativos tanto desde el sesudo diván de los psiquiatras como de los estudiosos de la literatura: nos queda la extraordinaria obra como catalizador de virtudes y miserias a medio desvelar, y acaso esas cosas ocultas estén también entre líneas en la obra y algunas se dejan intuir en los ballets, en algunos más que en otros. Wheeldon hace un personaje dicotómico entre Lewis Carroll y el El Conejo Blanco interpretado por Eduard Watson (lo alterna con Jonathan Howells). Lewis Carroll también será personaje de ballet en la creación de Ashley Page que se estrena en abril.

El equipo artístico de Alice’s adventures in wonderland se completa con la música original encargada a Joby Talbot, abundante en citaciones de Chaicovski o Prokofiev, tal como la coreografía de Wheeldon hace sus referidos al Enigma Variations de Frederick Ahston o al Checkmate de Ninette de Valois, dos pilares del ballet británico. Varios críticos londinenses han admirado el segundo acto concebido por Wheeldon como “45 minutos de oro puro”. La obra dura dos horas y media con un solo intermedio. Jann Parry, de Ballet Magazine, concluye: que esta Alicia de Wheeldon es “una alternativa caprichosamente inglesa al omnipresente Cascanueces”. Otros espectadores se han visto golpeados por la fragmentación episódica a que obliga el argumento y Parry razona que es pronto para categorizarlo como “un nuevo clásico de nuestro tiempo”. La obra está hecha en coproducción con el Ballet Nacional de Canadá y participa de manera importante el mecenazgo privado de ambos lados del Atlántico.

Como es fácil imaginar, no hay una sola entrada ni para el gallinero. El público y la prensa se ha quejado de las pocas funciones ofrecidas dentro del estrecho calendario de la casa de ópera titular británica, un teatro que abre prácticamente los 365 días del año y que ofrece sobre todo ópera y ballet tanto local como de grandes compañías extranjeras. Pero hay que entenderlo, aunque se intuyera el triunfo: todo estreno mundial es un experimento, una caja de sorpresas inesperadas. El resultado, clasificado ya como “un nuevo gran ballet para todos los gustos” y primer gran estreno de Royal ballet en los últimos 20 años, se podrá ver de nuevo los días 9 y 15 de marzo con Zenaida Yanowsky en su papel de La Reina de Corazones, mientras que Alicia lo hará el 9 la Cuthbertson y el día 15 la argentina Marianela Núñez. El día 10 bailará Sarah Lamb como Alicia y Tamara Rojo en el papel que hace honores a su apellido: La reina de corazones.

© Roger Salas / El País

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© ROH (ALICE IN WONDERRLAND_Zenaida.reina)

domingo, 6 de marzo de 2011

El salto a la libertad

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REPORTAJE

El salto a la libertad

No cesa la huída de bailarines cubanos y se reaviva la lucha por la sucesión de Alicia Alonso al frente del ballet cubano

ROGER SALAS - Madrid - 06/03/2011

http://www.elpais.com/articulo/cultura/salto/libertad/elpepucul/20110306elpepicul_4/Tes

 

El pasado 29 de octubre de 2010 el desfile inaugural del Festival Internacional de Ballet de La Habana se abría con un pomposo aparato coreográfico al estilo de cómo lo hace cada año la Ópera de París, con más de dos centenares de estudiantes y toda la plantilla del Ballet Nacional de Cuba (BNE) en escena. El desfile se cierra siempre con la aparición de Alicia Alonso, que ya apenas puede andar, y esta vez fue del brazo de dos de las actuales estrellas del conjunto. La sostenía por la derecha Elier Bourzac, el mismo que ha encabezado la deserción en la tarde del 28 de febrero en Toronto, Canadá, la misma ciudad donde Mijail Barishnikov desertó de las filas de Ballet Kirov de Leningrado tras su última actuación; entonces Misha saltó desde una ventana trasera del Centro O'Keefe escurriéndose al cerco de sus vigilantes de KGB.

Elier Bourzac dice que se fugaron por motivos artísticos, no políticos

En el palco de honor del Gran Teatro de La Habana veía la escena del desfile Raúl Castro flanqueado por Loipa Araújo y el marido de Alicia Alonso, Pedro Simón, dos personajes en la sombra pero muy importantes en la lucha por la sucesión de la nonagenaria directora al frente de las estructuras del ballet cubano. La fanfarria no hacía presagiar algo así.

Los cuatro bailarines que han desertado en Canadá junto a Elier Bourzac, de 26 años y nacido en Santiago de Cuba, son su esposa, Patricia González, de 24; el solista Jorge Villazón, de 32 años y nacido en Matanzas, además de los nuevos graduados Hugo Rodríguez y Yadil Suárez, de 20 y 22 años, respectivamente. Bourzac ha dicho, como portavoz del grupo, que sus razones son artísticas y no políticas, con lo que despertado las iras de parte del exilio cubano, donde se ha llegado a acuñar la frase "el asilo por motivos artísticos no existe". Los cuatro primeros permanecen en Toronto y toman clases regulares en las sedes del ballet local como invitados. Catherine Chang, portavoz del Ballet Nacional de Canadá, no especificó si ya estos artistas estaban sometidos a un proceso de audición y admisión "porque eso es confidencial".

Yadil Suárez, que permanece separado de los otros cuatro artistas en Montreal por decisión propia, había sido escogido recientemente en La Habana, el pasado 21 de diciembre de 2010, fecha en que se celebraba una gala por el 90º cumpleaños de Alicia Alonso (que en realidad son 92, pues la diva nació en esa fecha pero en 1917: su pasaporte fue cambiado en 1964 y así figura en las principales enciclopedias de ballet), para bailar un pas de deux junto a Viengsay Valdés, actualmente la máxima figura femenina de la agrupación cubana. Era una selección simbólica: en ese jubileo, Yadil, reputado como un buen partenaire y con una buena presencia física, representaba el futuro, la nueva generación masculina del ballet cubano y así era publicitado. Apenas 60 días después de cantarle el cumpleaños feliz a su jefa máxima, desertaba en Canadá; una jefa que probablemente nunca le ha visto bailar, porque en realidad Alicia Alonso está prácticamente ciega desde hace 30 años, a lo que se suman sus agravados problemas de motricidad por el Parkinson que padece en grado muy avanzado y una lesión de la cadera derecha que se niega a operar y que le impide andar. En todos los mentideros internacionales del ballet se preguntan desde hace años cómo puede seguir al frente del BNE una persona en sus condiciones a pesar de su tesón, y se atribuye parte de la decepción de las nuevas generaciones a esta situación anquilosada y sin salida.

Son la coincidencia trágica de los últimos achaques de la mítica bailarina cubana y los últimos avatares de una diáspora, la cubana, consensuada como la más importante de la historia universal del ballet además de la rusa, que comenzó en 1966 con la huída en París de 10 bailarines, entre ellos Lorenzo Monreal, padre del único nieto de Alicia Alonso y entonces una de las principales figuras masculinas del BNC, que actuaban en la Ópera de París; toda esa defección sucedía a menos de cuatro años de que lo hiciera Rudolf Nureyev también en un aeropuerto de la capital francesa. Desde entonces, los bailarines cubanos no han dejado de salir de Cuba por todos los medios posibles, saltando por las ventanas de los hoteles, imitando el cuerpo durmiente con tres almohadas, llenando de ladrillos una maleta para que pareciera llena de ropa de ballet o simplemente corriendo hacia la libertad en cualquier ciudad del mundo: como en las películas; algunos más traumaticamente que otros pero con una lectura única: escapar de las presiones internas de Alonso y su cúpula, del asfixiante ballet oficial criollo y de la angustiosa realidad política y social cubanas.

"Algún día se contará, se escribirá la verdadera historia del ballet cubano con el sufrimiento a que el sistema sometió a sus artistas durante décadas. Eso se ha silenciado con la complicidad de mucha gente de dentro y de fuera de Cuba", comenta sin ambages Pedro Pablo Peña, fundador y director del Cuban Classical Ballet of Miami, y que también ha declarado anteayer a la televisión en el Condado de Dade estar dispuesto a acoger a todos los bailarines cubanos que decidan hacer lo mismo: "Ya lo hemos hecho y lo seguiremos haciendo", ha dicho telefónicamente a este periódico desde la sede de su compañía en el Teatro Manuel Artime de Miami: "Es una época dura, pero los artistas cubanos siempre nos hemos ayudado unos a otros. Es un deber cívico que a veces choca con la burocracia y los trámites oficiales, que son duros y lentos y no siempre comprensivos con la urgencia y las particularidades de la vida y carrera de un bailarín. Los rusos siempre lo tuvieron más fácil". Peña, que fue bailarín del BNE en su juventud y coreógrafo titular del Teatro Musical de La Habana, huyó de Cuba con lo puesto en los días del éxodo del Puerto del Mariel en 1980. Ahora dirige además de su compañía, el Festival Internacional de Ballet de Miami, que este año 2011 llega a su 16ª edición y que compite con el de La Habana en algo más que la cercanía geográfica: potenciar el amor al ballet clásico.

Su razonamiento es claro: "Poco a poco, los mejores se fueron marchando de Cuba en busca de libertad y de oportunidades artísticas. La lista es enorme. En nuestro festival han bailado año tras año todos los que se han ido, como las hermanas Lorna y Lorena Feijóo, dos de las más grandes e indiscutibles artistas hispanas y mundiales de los últimos años".

La vida de las hermanas Feijóo da para una bellísima y emocionante película o para un sabroso ballet de argumento. Lorna, primera bailarina en Boston y Lorena, estrella mimada de la Ópera de San Francisco y que también ha hecho cine con Andy García. En Miami volvieron a bailar juntas en Giselle. Son grandes estrellas internacionales y Cuba las ignora.

Es así que la sucesión de Alicia Alonso como directora del Ballet Nacional de Cuba planea espectralmente detrás de cada deserción o escapada de algún artista. Todavía se recuerda la crisis que comenzó en 1992 con la petición de asilo político en Roma de la primera figura masculina del BNC y partenaire de la propia Alonso durante casi 20 años, Jorge Esquivel. A eso se unió la huída discreta de seis artistas solistas en Madrid, París, Lyón, México y Canadá y la destitución fulminante de Alonso como directora artística del Gran Teatro de La Habana por los escándalos económicos y personales en los que se implicó a Pedro Simón, su marido y director del Museo de la Danza de La Habana.

Los primeros en abandonar el BNC en Madrid fueron Fernando Garcés y Marisela Alonso, a los que le siguieron en París Pompeyo Pino Pich (muy cercano a Alonso y jefe de prensa y relaciones públicas del BNC), la regidora jefa del conjunto Silvia Marina y su marido, el bailarín Emilio Manzano. Dos días antes el prometedor solista Ismael Lorenzo desapareció del hotel en Lyón donde el ballet cubano abría la bienal de la danza dedicada a España y Latinoamérica.

Casi al mismo tiempo, algunos implicados en aquel escándalo habanero de tráfico de artilugios electrónicos y divisas y donde desaparecieron de las arcas del teatro más de un cuarto de millón de dólares, aparecieron instalados en Madrid bajo el paraguas de la Cátedra de Ballet Alicia Alonso fundada por Gustavo Villapalos cuando era rector de la Universidad Complutense y donde Alonso devengaba un alto sueldo mensual en carácter de asesora (300.000 pesetas de entonces); se habló de que Alonso comenzaba así un discreto y camuflado exilio dorado, pero la historia tomó un giro diferente. Luego la cátedra tuvo que cambiar de universidad, y el chorreo de discretos exilios dorados continúa hasta hoy, con que, según los propios artistas del ballet, se frenan en parte las deserciones airadas y se acogen a esa fórmula consensuada. Actualmente en Madrid viven más de 25 miembros del BNE repartidos por academias y compañías; las últimas en llegar, cuatro bailarinas del Ballet de Camagüey que luchan por regularizar su situación como cualquier emigrante.

Una maestra de ballet cubano residente en Atlanta lleva desde fines de los años sesenta del siglo pasado una ajada libreta (que en realidad son ya dos cuadernos) donde la lista de artistas cubanos de la danza huidos pasa de 180 y no deja de crecer (si le suman otros profesionales del sector como coreógrafos, diseñadores o técnicos, pasa de 300). Allí ha anotado la fecha de deserción, el primer destino y lo que ha podido saber desde su retiro de cada uno, unas anotaciones que comenzaron cuando no existían ni Internet ni facebook ni twitter. Su hijo está todavía en Cuba y no está ya relacionado con el ballet pero las sombras alargadas son las mismas. No quiere dar su nombre y sigue teniendo miedo pero pone su libreta a nuestra disposición.

El caso de Rosario Suárez, la más famosa bailarina cubana después de Alonso, con un aura de verdadera estrella, ganadora de premios internacionales muy prestigiosos en Moscú, Varna y Tokio y adorada por el público cubano, ha sido de los más dolorosos y trágicos. Tras pedir asilo político en Madrid en septiembre de 1994, éste le fue denegado por las durísimas presiones diplomáticas y de los servicios secretos cubanos, que la hostigaron sin tregua. Suárez apenas consiguió un escuálido permiso de residencia que no le permitía trabajar establemente y no pudo acceder siquiera a un puesto de maestra en un conservatorio madrileño, lo que la obligó junto a su hija pequeña a volver a emigrar, esta vez a Norteamérica, donde por fin obtuvo reconocimiento profesional y ciudadano.

En la víspera del cumpleaños de Alicia Alonso, el 20 de diciembre de 2007, cruzó la frontera de Canadá en el maletero de un coche el joven Taras Domitro Suárez (hoy estrella en ascenso en el Ballet de la Ópera de San Francisco). Su progenitora, la maestra de ballet Magali Suárez, cual madre coraje, había ido a recogerle desde Miami. Otros dos primeros bailarines cubanos que huyeron en esa ocasión fueron Miguel Ángel Blanco (actualmente en el Joffrey Ballet de Chicago) y Hayna Gutiérrez (hoy en el Alberta Ballet de Canadá).

Hay varios casos de heroicos "espaldas mojadas" entre los bailarines cubanos que desertaron en México y que ante la poca cooperación de las autoridades mexicanas, que en ocasiones llegaron a devolver cubanos a la isla, se arriesgaron a cruzar la frontera clandestinamente. En caso más sonado: el primer bailarín Rolando Sarabia, el mejor, cargado de laureles y trofeos, comparado como un nuevo Barishnikov joven, que en agosto de 2005 pide asilo político en Miami tras la peripecia de un largo viaje por autopistas desde Arizona a La Florida. Entonces ya en Miami Sarabia dijo: "Al artista no se le pueden cortar las alas. El artista es un ser libre. No me fui de Cuba en busca de dinero, sino porque me cerraron las puertas en el BNC y llega un momento en que das el gran salto o terminas en la nada". Su hermano, Daniel Sarabia, había desertado un año antes en 2004 por la misma vía mexicana y se reunieron finalmente en el Ballet de Boston. El pasado mes de septiembre Rolando, actualmente en el Cuban Classical Ballet, volvió a bailar en Miami con Xiomara Reyes, la única cubana que ha llegado a primera bailarina del American Ballet Theatre después de Alonso y que está fuera de Cuba desde los 18 años, tras desarrollar una sólida carrera europea como estrella del Ballet de Amberes. Reyes es una excepción a regañadientes del régimen de Castro: se la permitió volver a bailar en La Habana con la delegación norteamericana al festival de noviembre de 2010 tras las presiones de la compañía neoyorkina y la diplomacia de Washington a la organización den evento, que en un principio desestimó la presencia de la cubana como representante estelar de un ballet extranjero en La Habana. El último "espalda mojada" del ballet cubano es el joven de 20 años Christopher Rodríguez, que cruzó la frontera mexicana con 18 y ya actuó con el Cuban Classical Ballet of Miami como el Torero España en las representaciones de Don Quijote de mayo del año pasado en Miami Beach. El mundillo de la danza y los periódicos en La Florida asegura que está sobrado de talento y llegará lejos.

Todos los bailarines cubanos que han dejado Cuba y quieren mantener un contacto con sus familias o la propiedad de una casa en Cuba deben pegan unos altísimos cánones al propio BNC y a la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba) que rondan entre el 25 y 30 % de sus salarios en el extranjero. No se trata de impuestos regulares, sino de un canon casi punitivo para poder mantener su pasaporte en regla, poder viajar a Cuba a ver a sus parientes y no ver confiscados una casa o un coche, que es lo máximo que poseen en la isla. Los que orbitan en el extranjero, especialmente en España alrededor de la cátedra madrileña y de otras misiones especiales de la propia Alonso, lo tiene más fácil: no sólo no han perdido su puesto en Cuba sino que se les cobra menos de ese canon irregular que ya en su momento fue cuestionado por las propias autoridades cubanas cuando Marcia Leyseca era viceministra de cultura de Cuba, que inició una investigación que el propio Fidel Castro abortó y que costó el puesto a Leyseca: Alicia Alonso es incuestionable, fue la conclusión de aquella tormenta mediática y política. Ni a Jorge Esquivel ni a Rosario Suárez, entre otros artistas, se los permitió volver a Cuba durante muchos años. Algunos casos de falsos escapados terminaron por trabajar de nuevo en el extranjero para Alicia y para el ballet cubano, lo que resulta desmoralizador; en España hay varios de ellos. Tiende a olvidarse que solamente entre 1992 y 1994, 83 artistas de ballet cubano desertaron con casos muy pintorescos. Las hermanas Ivette y Lisette Regueiro salieron del hotel en Madrid y llegaron a Suiza al otro día; esa misma tarde Jorge Orozco fue "a la esquina un momento". Hasta hoy. El coreógrafo más importante de la historia del ballet cubano, y cuñado de Alicia, Alberto Alonso, en exactas fechas pide asilo político en Nueva York junto a su mujer la bailarina Sonia Calero, asqueado por los escándalos dentro del ballet cubano. El 12 de octubre de 1993, 16 artistas de un grupo de danzas españolas del Gran Teatro de La Habana abandona a sus jefes en Madrid. Sólo nueve vuelan de regreso a La Habana y la administración del teatro habanero les concede "un permiso especial sin sueldo" para evitar la figura de la deserción masiva.

A mediados de 2010 otros tres primeros bailarines (los mejores de su promoción) del Ballet Nacional de Cuba dejaban la compañía y se marchaban al extranjero instalándose en Madrid con un contrato en el Ballet de la Comunidad de Madrid que dirige Víctor Ullate: Yolanda Correa, para muchos la más importante artista femenina surgida de las filas cubanas en los últimos 15 años, su pareja Joel Carreño y Dayron Vera resistieron poco en Madrid. Correa y Carreño están actualmente en Oslo como figuras centrales del Real Ballet de Noruega y Vera es primer bailarín del Corella Ballet de Castilla-León. Todos ellos han desaparecido de las reseñas y las webs del ballet oficial cubano, han dejado de existir incluso para los hagiógrafos locales de Alonso, eludiendo citarles en las reseñas históricas del ballet cubano. Es el mismo cruel destino que antes han experimentado desde los 10 artistas de París de 1966 a Jorge Esquivel y Rosario Suárez y lo más parecido en el mundo contemporáneo a la práctica estalinista de borrar de las fotografías a los defenestrados, otro elemento más que parangona sin exageraciones la diáspora de los bailarines cubanos con la rusa de otros tiempos. Pero la diáspora rusa terminó, y sin embargo la dolorosa historia de los bailarines cubanos sigue ahí con la complicidad de muchos políticos, periodistas y medios especializados occidentales a los que les puede más la devoción memorial por la diva criolla y por un fantasma de revolución que desde hace medio siglo es una dictadura de la que, si se puede, hay que escapar como sea.

El Ballet Nacional de Cuba emprende estos días una gira por México que empieza en Cancún y continúa por siete ciudades del sur del país. En junio, todo el elenco hará otra intensa gira por California que comprende como principales plazas San Francisco y Los Ángeles dentro de un programa de divulgación de la danza en forma de temporada patrocinado por la millonaria y mecenas de origen judío Glorya Kauffman, y en el que participará también la compañía española de Ángel Corella. La maestra de Atlanta tiene el cuaderno abierto y el lápiz afilado: "Habrá sorpresas", afirma. Por su parte, Pedro Pablo Peña acelera las obras del nuevo Miami Hispanic Cultural Art Center, que será sede definitiva del ballet y del nuevo Archivo del Ballet Cubano en el Exilio, ubicado en una preciosa construcción monumental del siglo XIX, una mansión de estilo colonial georgiano que albergará también una galería de arte y un museo memorial. Junto a ella, se construyen las nuevas aulas de ballet: "Espero que todo esté listo para el otoño de este año al tiempo de nuestro festival y de poder recibir a los nuevos artistas, si es que vienen a los Estados Unidos. The White House of Ballet, que así se llama el centro, es el resultado de 30 años de trabajo del ballet cubano, de los artistas cubanos que dieron el salto hacia la libertad", concluye.

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La lucha por la corona

Cada vez que la vida interna del BNC se agita por las deserciones, vuelve la "rumorología de zapatillas" a tomar cartas en el asunto y el principal argumento de citación es: "¿Por fin ha llegado la hora del relevo? ¿Quién sucederá a Alicia Alonso en el puesto de la dirección del BNC?". De los desertores no se vuelve a hablar, pero del futuro jefe debe hablarse siempre por lo bajo y a hurtadillas. Ley de silencio.

Hay dos claros bandos enfrentados. Uno que pude calificarse continuista y que está apoyado por el Partido Comunista que quiere mantener las cosas como están y que ven en la exbailarina y maestra Loipa Araujo la mano de hierro, en lo político y en lo profesional, para ocupar la silla de Alonso. Araujo, miembro del partido y beneficiada por la Cátedra madrileña con un puesto fijo, pasa gran parte del año entre Madrid y otros compromisos en compañías internacionales. Recientemente ha obtenido también un visado para entrar en los Estados Unidos.

Por otro lado, un sector de renovadores, a los que se suma el actual ministro de cultura del régimen castrista, Abel Prieto, es partidario de una renovación profunda de la institución y ve en el bailarín habanero Carlos Acosta el candidato ideal. De hecho, el Ministerio de Cultura cubano ha tenido serios y prolongados contactos con el artista, que reside entre La Habana y el Reino Unido (donde es primera figura del Royal Ballet de Londres y pareja escénica habitual de Tamara Rojo). Acosta es el caso más notorio del emigrante tolerado y representa a la vez muchas cosas que encajarían perfectamente a un lavado integral de imagen: mulato, de origen muy humilde, reconocido internacionalmente, buen bailarín, se reconoce también como ferviente revolucionario y amigo de los Castro aunque en sus memorias no deja muy bien parada a Alicia Alonso, a la que prácticamente tacha de racista (el calificativo no es nuevo). Se cuenta que una vez le dijo la Directora a Carlos Acosta: "Dedícate a otras cosas, un negro no vale para príncipe". En el libro autobiográfico de Acosta esta anécdota está suavizada, pero sustancialmente dice lo mismo. Y es muy probable que el insulto lo lanzara a la búsqueda de un mundo mejor.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Una de las estrellas del Ballet de Cuba deserta en Canadá

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Una de las estrellas del Ballet de Cuba deserta en Canadá

R. SALAS / AGENCIAS - Madrid / Toronto - 02/03/2011

http://www.elpais.com/articulo/cultura/estrellas/Ballet/Cuba/deserta/Canada/elpepucul/20110302elpepicul_9/Tes

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(Elier Bourzac, a la derecha de Alicia Alonso)

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Cinco integrantes del Ballet Nacional de Cuba (BNC), entre ellos uno de los primeros bailarines de la formación, Elier Bourzac, de 26 años, se quedaron en Canadá tras una actuación en Montreal el mes pasado, informó The Montreal Gazette. Bourzac declaró al rotativo canadiense que su decisión responde a razones "artísticas" y que su objetivo y el de todos sus compañeros de huida es integrarse en una compañía canadiense.

El bailarín añadió: "En Cuba, donde es exclusivamente danza clásica, llegué hasta donde quería en ballet clásico, y me gustaría seguir en ballet. Pero querría explorar el baile contemporáneo y trabajar con coreógrafos internacionales". Los otros cuatro bailarines que han dejado la compañía son: la esposa de Bourzac, Patricia González, de 24 años; Jorge Villazón, de 32; Yadil Suárez, de 22; y Hugo Rodríguez, de 20.

El Ballet Nacional de Cuba representó en febrero la obra Giselle en Canadá. No es la primera vez que bailarines cubanos se quedan en el país norteamericano; tres primeros bailarines ya lo hicieron en 2008 después de una actuación en Ontario. La diáspora de miembros del Ballet Nacional es una constante desde que en 1966 10 de ellos abandonaran a Alicia Alonso y al BNC en París. La desaparición más sonada de un componente del Ballet Nacional de Cuba se produjo en 1992, cuando Jorge Esquivel, el bailarín más famoso de la compañía, pareja artística de Alicia Alonso, pidió asilo político en la Embajada de Estados Unidos en Roma. La página web del Ballet Nacional de Cuba seguía ayer manteniendo a Elier Bourzac como uno de los primeros bailarines del grupo.

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(Yadil Suárez, en Don Quijote)