lunes, 28 de febrero de 2011

Ángel Pericet Blanco, bailarín, maestro y coreógrafo

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Ángel Pericet

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Ángel Pericet Blanco, bailarín, maestro y coreógrafo

Máximo representante de la dinastía familiar sevillana, era el decano de la Escuela Bolera

ROGER SALAS

 

El bailarín, coreógrafo y maestro de Escuela Bolera Ángel Pericet Blanco murió en la tarde el pasado sábado día 26 de febrero en su casa de Madrid a los 85 años, víctima de un ataque cardíaco. Había nacido el 28 de febrero de 1926 en la Plaza de Zurbarán 3 de Sevilla, donde su padre, Ángel Pericet Giménez, tenía la academia de danza en la propia casa familiar (antes sus parientes habían vivido y trabajado la danza en la Calle de La Amistad); era nieto de Ángel Pericet Carmona, pilar de la línea familiar y maestro en la Casa de los Artistas de Sevilla en el siglo XIX (actualmente en restauración y donde todavía hay un cartel pintado en añil de la Academia de Bailes que data de 1905). Con su muerte desaparece el mayor de la más añeja e importante saga familiar de la danza español tradicional y de la Escuela Bolera en particular. Era también bailaor y profundo conocedor del baile popular andaluz. Contribuyó con sus parientes a la redacción de Técnicas, pasos y aprendizajes de la Escuela Bolera Andaluza, decálogo de su tradición y cultura coréutica; la primera redacción fue en 1942 y retocada en años posteriores. Una síntesis de esto se publicó en el catálogo del Congreso Internacional de La Escuela Bolera (Ministerio de Cultura, 1992), donde Ángel tuvo una activa participación en los coloquios, charlas y discusiones en que siempre defendió fervorosamente la autenticidad de sus planteamientos estéticos alrededor de la Escuela Sevilla y de los llamados Bailes de Palillos, con la conciencia de que la Escuela Bolera tiene su propio entrenamiento particular.

Ya en 1992, con ocasión de la Bienal de la Danza de Lyon dedicada a España, la especialista Marie-Françoise Christout, de la Biblioteca Nacional de París, señalaba que la saga de los Pericet era comprable y universal como la de los Viganó o Angiolini para Italia; los Taglioni para Francia o los Bournonville para Dinamarca.

Su formación dancística fue totalmente doméstica y autodidacta. Estudió piano con Guridi y acabó la carrera con notas altas y con la aspiración inicial de ser concertista, pero el baile se cruzó en su camino, un oficio que había aprehendido desde niño en casa. La familia Pericet se había trasladado a Madrid en 1932, a la Calle de La Encomienda 10 y otra parte de la familia a la calle Santa Casilda, donde abren sendas academias de danza. Ángel obtiene su primer contrato como pareja de Elvira Lucena en unos recitales en el Teatro Español donde debuta el 18 de febrero de 1947 y donde también baila Vicente Escudero. Después, ya bailando en el Teatro de La Zarzuela, le ve el director de la compañía Romería, de Estrellita Castro, y le contrata con su hermana Concepción para el Teatro Avenida de Buenos Aires, donde permanece cinco años además de girar por Brasil, Cuba Estados Unidos México y Chile. Fue Estrellita Castro quien le gestionó a Ángel una nueva prórroga para no tener que volver a España enseguida a cumplir el servicio militar, del que finalmente fue eximido. El cónsul español en Río de Janeiro le dijo una vez: “Hace usted mucho más por España bailando por el mundo que cumpliendo la mili, y es por eso que se le exime, por su labor cultural a favor de España”.

La relación de la Familia Pericet con Argentina había empezado mucho antes, cuando en 1927 Ángel Pericet Giménez había ido a Buenos Aires bailando con sus hermanas en el Teatro Casino y haciendo matinés en el Parque Japonés.

Más tarde, en 1969, ya afianzada su relación con Argentina, en el Teatro Colón de Buenos Aires baila y coreografía La vida breve y El sombrero de tres picos (Falla), además de obtener un gran éxito con los bailables de Doña Francisquita. En esas funciones del Colón bailaron junto a Los Pericet grandes estrellas del ballet argentino como Norma Fontela, José Negrín y Rubén Estanga, entre otros, tristemente desaparecidos en el accidente aéreo que diezmó la compañía bonarense.

La agrupación familiar de danza de Los Pericet se había fundado en 1959, comenzando a actuar y a hacer giras internacionales, donde bailaban los hermanos Ángel, Carmelita, María del Amparo, Eloy y Concepción, viajando a Asia y Europa, y ese año presenta en el Odeón de Buenos Aires la obra Danzas y cantares de España. Cuando Eloy se casa y deja el escenario para proseguir solamente en la enseñanza, le sustituye el bailarín solista del Teatro Colón José Zartman, que continúa con Los Pericet por muchos años.

Había hecho Ángel su primera coreografía a los 19 años: La academia de los bailes de Sevilla, a la que siguió una versión íntegra de Goyescas (Granados), y en 1950 estrenó su versión de El Vito, por primera vez bailado por un hombre, y la mantiene en repertorio hasta su retiro. En 1961 vuelve a una gira española que culmina en el Teatro Infanta Isabel de Madrid con muy buenas críticas y reseñas de prensa. En 1965 participa en los Festivales de España y hace unas presentaciones con nuevas piezas en el Teatro de La Zarzuela de Madrid. La última actuación importante en España de los cuatro hermanos Pericet juntos fue en este mismo coliseo con ocasión de las galas de La Escuela Bolera en noviembre de 1992 (Bailaron los cuatro hermanos las “Sevillanas Boleras” y Ángel y Carmelita “La Maja y el Torero”). Antes, los Pericet habían hecho tres conciertos en el Teatro des Celestins de Lyón en septiembre del mismo año, como parte de los actos de la Bienal lionesa. Allí también bailó La Maja y el Torero junto a su hermana Carmelita, lo que ya habían hecho juntos en 1990 en el escenario del Teatro Mariinski de San Petersburgo dentro del festival Bailar España. En esa ocasión también bailó una jota bajo la dirección orquestal de Fedotov, largamente ovacionada por los rusos. La Maja y el Torero también estuvo bailada por Ángel y Carmelita en el Teatro Romolo Valli de Reggio Emilia en la Gala del Festival de 1988.

Entre sus principales coreografías están España (Chabrier) y El fandando del candil (Padre Soler), que fue la última. En 1983 cuando María de Ávila asume la dirección del Ballet Nacional de España lo llama como adjunto y le encarga Seis sonatas para la reina de España (Scarlatti) que se estrena en 1985 y aún está en el repertorio activo de la compañía titular española. Participó en varias películas, destacando Café cantante (1951) con Imperio Argentina y dirigida por Momplet.

En Buenos Aires trabó amistad con Rabel Alberti, que le dedicó un poema que el mismo poeta leyó en el Teatro Odeón donde la compañía de Los Pericet hacían temporada y habían cedido el teatro un día para celebrar el 60º aniversario del natalicio de Federico García Lorca. Entre otros intelectuales de la época tuvo estrecha amistad con Rivas Cheriff y Juan Ramón Jiménez.

Ángel Pericet era un gran artista y una bellísima persona, muy colaborador y comunicativo, siempre dispuesto a contestar las preguntas que se le hacían con entusiasmo y buen talante. Durante toda su vida impartió cursos, clases y transmitió su repertorio histórico de la Escuela Bolera, insistiendo siempre en la importancia de la conservación de los estilos.

En su Sevilla natal hace pocos años se inauguró el Aula Pericet, con la idea de preservar y mantener vivo el patrimonio coréutico de la Escuela Bolera en su vertiente andaluza y Ángel se mantuvo ligado a ella.

Ángel Pericet se retiró de la escena el 5 de mayo de 2005 en el mismo Teatro Avenida de Buenos Aires (donde mismo hizo su debú argentino y americano en 1949) bailando en el espectáculo Sobre madroños y faralaes. De estas funciones el crítico del periódico La Nación de Buenos Aires escribió el 7 de mayo de 2005: “Está presente el carisma de los Pericet, estirpe de artistas, de aquel que aunque lo quiera, no se retira jamás”.

Ángel se llamaba a sí mismo “el bailaor de las dos orillas”, por su apego e implantación en el cono sur americano. Serán llevados sus restos a Buenos Aires para descansar junto a sus parientes en el panteón familiar. En 1992 recibió la Medalla de Oro de las Bellas Artes.

© Roger Salas / El País

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