viernes, 25 de febrero de 2011

Manolo Vargas, bailarín-bailaor mexicano

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Manolo Vargas, bailarín-bailaor mexicano

Fue un importante miembro de los Ballets de Encarnación López ‘La Argentinita’ y de la compañía de Pilar López

ROGER SALAS

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Manolo Vargas, el legendario artista mexicano de la danza española y el flamenco, murió el pasado martes 8 de febrero en Ciudad de México a los 98 años. Había nacido en Tala (Jalisco) el 15 de agosto de 1912 aunque en la mayoría de los diccionarios de la especialidad aparece su natalicio en distintas dataciones de 1914. Su biógrafo, el arquitecto y escritor Homero Alonso Martínez, que publicó en septiembre de 2010 “Una vida dedicada a la danza” (Ediciones La Naranja / Universidad Nuevo león de Monterrey), ha señalado cómo el tenaz y prolífico bailarín y maestro se mantuvo en activo hasta apenas una semana antes de su muerte, impartiendo las clases comprometidas en su academia. Fue una de las más importantes figuras de los Ballets de Encarnación López, ‘La Argentinita’ hasta la muerte prematura de ésta en 1945 y posteriormente de su hermana y continuadora, Pilar López. En el Diccionario Biográfico de la Danza Mexicana (coordinado por César Delgado Martínez) se le cita explícitamente en su importancia y le apuntan en 1987 la medalla Una Vida por la Danza.

Manolo Vargas, cuyo verdadero nombre era José Aranda de Valadez se formó académicamente en un internado de Guadalajara y empezó a estudiar danza con Óscar Tarriba, pero su formación posterior estuvo en manos de Encarnación López y El Estampío (Juan Sánchez Valencia y Rendón), quienes pulieron su potente y perdurada personalidad teatral, teniendo un lugar cimero el perfilado definitivo de la figura masculina del bailarín-bailaor escénico, que en sus tiempos compartió con figuras como Roberto Ximénez (con quien haría compañía propia a partir de 1954 hasta 1963), José de La Vega, José Granero o Alejandro Vega, y que tuvieron importante continuidad y enlace con la generación siguiente en la que figuran Antonio Gades, Mario Maya y El Güito (Eduardo Serrano Iglesias), entre otros.

Manolo Vargas se enfrentó a una férrea oposición paterna cuando manifestó su interés en bailar, y es por ello que abandona Jalisco y se establece primero en Guadalajara y después en el populoso Distrito Federal, donde frecuenta la bohemia artística y hace diversos trabajos esporádicos para sobrevivir, como empleado de una gasolinera, camarero en cafés cantantes y taquimecanógrafo en un banco mercantil, al tiempo que aparece ya matriculado en la Academia Nacional de Danza donde estudia ballet, folclore y danza española con los maestros Enrique Vela Quintero y Ernesto Agüero. Realiza sus primeros ensayos de danza en el Salón Riveroll con su maestro de entonces, Juanito Barajas, momento en que se decide dedicarse al baile español en propiedad al sustituir a Óscar Tarriba en un número de pareja con Raquel Rojas. Esa función la vio La Gitanilla, que lo invita como pareja de baile a Nueva York, donde se le encuentra ya a principios de los años treinta con el impulso del empresario Vicente Miranda. De nuevo en México se presentaron en El Patio, Corintio, en Le Grillon y de nuevo viajan a Norteamérica. En 1940 se encuentra allí trabajando en las salas de fiestas y revistas junto a una pareja de bailes exóticos (muy en boga en aquella época) y en Nueva York le ve el bailarín italiano de danza española José Greco Bucci, que a su vez lo introduce con Encarnación López, que necesitaban elementos masculinos para su compañía de ballet español, pero la gran española lo rechaza la primera vez al considerar que no estaba suficientemente preparado. Encarnación le admite en la segunda intentona y le cambia el nombre, con la mítica frase: “Yo tengo ya un José en la compañía, de modo que a partir de ahora te llamas Manolo”. Lo primero que bailó fue “Danza II” de Granados. El propio Greco estuvo a toda prisa durante cinco semanas enseñándole las coreografías para el debú. La crítica se fijó enseguida en su potente físico y le señala como una revelación en las funciones del Carnegie Hall de 1942. El empresario de bailarines Sol Hurok le pide a La Argentinita que bailen el “Bolero” de Ravel en unas funciones del American Ballet Theatre, que resulta un brillante cuarteto bailado por las hermanas López, José Greco y Manolo Vargas.

A la muerte de La Argentinita, su hermana Pilar López forma compañía y lo llama a Madrid, con quien permanece en plantilla fija hasta 1952. En 1955 emprende la aventura de la compañía propia con Roberto Ximénez: El Ballet Ximénez-Vargas, agrupación que sobrevive hasta 1963 (en su elenco estaba José Granero). Esta compañía se presenta en el Festival Jacob’s Pillow (Massachusetts) y visitaron México en dos ocasiones: 1955 y 1963. Entre sus coreografías están “Chamber Dance Quarter”, y en co-autoría con Ximénez, destacan “Leyenda”, “Tarantas” y “Zambra

Después de siete años de giras agotadoras, regresa a España en 1961 y ejerce labor docente y de escena hasta que regresa a su México natal.

Pilar López le rememoraba una vez así: “Sembrado de planta y personalidad, aunque falto de técnica e incluso no tenía un buen oído, pero su personalidad en escena era arrebatadora”. En su filmografía, que es amplia y muy variada, destacan “El amor brujo” (1949) dirigida por Antonio Román, con Ana Esmeralda como compañera de reparto y actuaciones especiales de Pastora Imperio y Juan Magriñá, y sobre todo “Duende y misterio del flamenco” (1952), de Edgar Neville, donde baila junto a todos los grandes de su tiempo. Fue el maestro de danza española y flamenco de la bailarina y coreógrafa norteamericana radicada en España Margaret Jova, a quien enseñó, entre otros secretos y tradiciones, el manejo de la bata de cola.

© Roger Salas © EL PAIS

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